Toma la pastilla roja!!!

BIENVENIDO Y TOMA LA PASTILLA ROJA "...Eres un esclavo, Neo/ Igual que los demás, naciste en cautiverio/ naciste en una prisión que no puedes ni oler ni saborear ni tocar/ Una prisión para tu mente/ Por desgracia no se puede explicar lo que es Matrix/ Has de verla con tus propios ojos/ Esta es tu última oportunidad/ Después, ya no podrás echarte atrás/ Si tomas la pastilla azul fin de la historia (La historia acabará)/ Despertarás en tu cama y creerás/ lo que quieras creerte/ Si tomas la roja, te quedas/ en el País de las Maravillas/ y yo te enseñaré hasta dónde llega la madriguera de conejos/ Recuerda/ lo único que te ofrezco es la verdad/ Nada más..."

viernes, 29 de marzo de 2013

La Pasión de JC según un Espíritu


EL DRAMA DEL CALVARIO

Pregunta: ¿Jesús fue flagelado? Hemos compulsado varias obras que desmienten ese relato de los evangelistas; además debemos con­siderar que es demasiada perversidad y contrario a la ética, de los romanos, flagelar a un condenado a la crucifixión.
Ramatís: ¿Por qué Jesús no podía ser flagelado, si lo condena­ron al suplicio más atroz e infamante, como es la muerte en la cruz? Los castigos corporales eran hábito común entre los romanos; el chi­cote, era el símbolo de su poderío sobre los pueblos vencidos, y la flagelación, aunque fuera un método bárbaro, era el correctivo común entre los conciudadanos de un país, así como se castigaba a los niños de la escuela primaria, con el puntero sobre la punta de los dedos. En aquella época, no podía ser diferente puesto que las cualidades cristianas todavía eran embrionarias en la humanidad. A los roma­nos poco les importaba distinguir a los prisioneros, fueran vencidos o esclavos, pues no les aminoraban las penas por el hecho de ser po­bres, ricos o cultos, más cualquier reacción del vencido era castigada violentamente por el superior inmediato, y a falta de éste, por el primer soldado que se sintiera ofendido u ofrecieran resistencia a su orden.
El chicote descendía sin cesar en las carnes de los infelices escla­vos, que debían dar al máximo sus energías para el bien de Roma. Cuando caían totalmente agotados y no podían reponerse inmedia­tamente, sus verdugos lo mataban impiadosamente o lo dejaban morir lentamente sin asistencia de ninguna especie. El burro de carga que en la actualidad circula por las calles, amparado por la sociedad pro­tectora de animales, vive en mejores condiciones de aquellos infelices, cautivos de los romanos. Malgrado a nuestro sentimentalismo y la preocupación de resguardar la cultura de Roma, la verdad es que los romanos no tenían virtudes tan elogiosas que los hiciera tratar con ternura o tolerancia a los rebeldes o prisioneros obstinados. El chicote no tenía dirección, estaba presente en todas partes y era un modo peculiar de mantener viva la memoria de los vencidos sobre el poder y la gloria de Roma.
Jesús era un judío culpable de subversión pública y agravado por la condena dictada por el Tribunal Religioso, por cuyo motiva sería pasible de la flagelación correspondiente a todos los condena­dos. Sin embargo, por causa de su excesiva debilidad y estado enfer­mizo, el oficial que debía castigarlo, lo golpeó tres veces solamente, usando el chicote confeccionado con tiras de cuero crudo, pero sin el plomo o los huesos en las puntas que llegaban a arrancar pedazos de carne.
Pregunta: ¿Qué nos podéis aclarar, respecto al relato de los evangelistas, donde Jesús fue objeto de burla y chacota pesada por parte de los soldados romanos? 1
Ramatís: Realmente, sucedieron algunas escenas degradantes con el Maestro Jesús en el patio de la prisión romana, pero no se ajustan a las descripciones melodramáticas de los evangelios. Los legionarios romanos, como propuestos de Poncio Pilatos, eran el producto de una férrea disciplina impuesta durante tres años consecutivos al prepa­rarlos como guerreros; hombres valerosos, altivos y decididos, aun­que rudos e impiadosos. Mientras tanto, jamás descendían al espec­táculo circense de escupir o abofetear a los prisioneros, pues mante­nían cierto decoro en sus actos y hacían lo posible, para no manchar su dignidad de "hombres superiores".
Cuando Jesús fue llevado al patio de la prisión, situada a pocos pasos del Pretorio, varios simpatizantes y amigos lo siguieron; los más sensibles lloraban al verlo preso y otros protestaban ante el cri­men de haberlo condenado porque sólo pregonaba la paz y el amor. Pero, la turba de mercenarios contratada por el Sanedrín acicatea­dos por los secuaces de Caifás, impedían cualquier manifestación de simpatía hacia el prisionero, que todavía no había perdido la estima de su pueblo. El Maestro no fue humillado por los legionarios del gobernador, como dice Mateo (XXVII, 28), puesto que sufrió toda clase de bromas, insultos, escarnios y malos tratos.


1   Juan, Cáp. .XIX, vers. 1 al 3; Mateo, Cáp. XXVII, vers. 26 al 31.
Eso sucedió con algunos de los criados y siervos de la comitiva de Pilatos, que por ser la hora de tomar alimentos, descansaban cerca de allí y además eran avezados en bajezas de esa índole. Desgraciadamente, la mayoría eran hebreos mercenarios, apatridas que buscaban prestigio ante sus dueños o capataces, aunque tuvieran que danzar para contentarlos. Alguien tomó un paño color rojizo que servía a los soldados para jugar a los dados, y lo colocó sobre los hombros de Jesús, mientras que otro le ponía una caña entre las ma­nos, como si fuera un cetro real. No satisfechos aún, arrancaron unos gajos de una planta espinosa e hicieron una corona que coloca­ron sobre la cabeza del Maestro. Se divirtieron algunos momentos frente al rabí, haciendo gestos como si fuera un rey, y los más sarcásticos le tiraban de la barba, obligándolo a mover afirmativamente la cabeza en respuesta a sus peticiones burlonas. Los legionarios ro­manos apostados cerca de allí, se reían pero no participaban de esa grotesca escena. Pocos instantes después, hombres y mujeres autores de la farsa, desaparecieron para atender sus obligaciones, mientras, Jesús quedaba meditando sobre las burlas y crueldades que su misma gente le había proporcionado. Una vez más se comprobaba el viejo dictado que dice: "No hay peor cuña, que la salida de la misma madera" 2.
Pregunta: ¿Qué le sucedió a Jesús después de esos actos humi­llantes?
Ramatís: Era casi medio día; el sol estaba alto y el día sofocante prometía lluvias torrenciales para la tarde; a esa hora Jesús fue cus­todiado por un grupo de soldados romanos, iniciando su trágica jor­nada camino del Calvario, saliendo por la puerta de Damasco. El pueblo se aglomeró junto al portón y al largo muro de la prisión; cuando Jesús apareció, María de Mágdala, Salomé, Juana, María y otras mujeres se precipitaron para abrazarlo, pero fueron apartadas con rudeza por los soldados. Entonces se arrodillaron y en medio de grandes sollozos clamaban a Dios, mientras el Amado Maestro las miraba compasivo y resignado. La calle cada vez se hacía más escar­pada y el Maestro estaba palidísimo; tenía las manos atadas y daba muestras visibles de cansancio y dolores físicos. A su retaguardia, dos hombres le seguían los pasos cargando el pesado tronco, que más tarde le serviría para el suplicio de la cruz. La procesión seguía bajo la indiferencia de los soldados, bastantes acostumbrados a aquellas escenas y a los lamentos dolorosos de los parientes, amigos y simpatizantes de los condenados, que tanto suplicaban por la libera­ción del prisionero como ofrecían toda clase de valores.
Por otra parte, los soldados cumplían órdenes superiores dentro de la rutina peculiar de aquellas ejecuciones, sin tener iniciativa per­sonal de agravar o aliviar el sufrimiento de los ajusticiados. En deter­minado momento, el jefe de la patrulla romana atendió a la súplica de las mujeres y consintió que ayudaran a Jesús; sin pérdida de tiempo y disponiendo apenas de algunos segundos, Verónica le en­jugó el rostro y Juana le dio agua fresca de un cántaro pequeño. Enseguida volvieron a ponerse en marcha; el trayecto desde la puerta de Damasco hasta la cima del Calvario fue recorrido en diez y seis minutos, pues las ejecuciones se cumplían fuera del muro de la ciu­dad. Jesús mal podía respirar, su cuerpo temblaba, tenía tempera­tura y el sudor le bañaba el rostro, mientras sus ropas se mojaban y daban un aspecto deprimente por las manchas de sangre causada por la flagelación. Los encargados de la crucifixión tenían apuro, pues el sol del mediodía quemaba la carne de todos por igual. Al llegar a la roca de forma cónica, cuyo aspecto se parecía al de una calavera, la multitud se esparció, dividiéndose en grupos. Aquí, es­taban los curiosos o sádicos, animados por el espectáculo tenebroso; allí, los parientes, amigos y discípulos oraban en mortificante deses­peración; acullá, se divertían los infelices escarnecedores de todos los tiempos que se alegran sobre el martirio de los justos. Algunos más sensibles y confiados, oraban fervorosamente, seguros que el cielo se abriría y bajarían legiones de ángeles para arrasar a los soldados y liberar a Judea del yugo romano, conforme lo anunciaban las pro­fecías del Viejo Testamento con el advenimiento del Mesías.

2 Nota del Médium: Refrendando los decires de Ramatís, que los "mejores amigos de hoy, pueden ser los peores enemigos de mañana"; se sabe que durante la guerra nazista, las "mujeres verdugos" de los campos de concentración, que habían sido escogidas entre las mismas prisioneras húngaras, checas y polonesas judías, eran más crueles para sus compañeras que las alemanas, en la pre­ocupación de resaltar ante los detestados jefes. Los peores capataces y castiga­dores de los negros eran reclutados entre los mismos esclavos, en el Brasil co­lonial.
Entonces se dio el terrible y doloroso suspenso para todos; ami­gos y discípulos de Jesús se estremecieron y las mujeres cayeron de rodillas, bajo crucial oración, mientras dos ayudantes despojaron a Jesús de sus ropas, quedando solamente con un pequeño paño que le cubría los riñones. Otro le ofrecía un vaso de vino con mirra, que .servía de anestesiante para que los condenados pudieran soportar los primeros y atroces momentos de la crucifixión. Esa costumbre, casi siempre partía de un grupo de mujeres piadosas, a las que se les pa­gaba para que amenizaran el sufrimiento de los crucificados. Jesús mal tocó con los labios la bebida, rechazándola, pues quería recibir el sufrimiento con perfecta lucidez y no quería entorpecer su comunión espiritual con el Señor. Estaba convencido que su obra redentora pedía tal sacrificio para bien de la humanidad, por eso quería ser consciente de su propio holocausto. En seguida lo pusieron sobre la cruz, le prepararon las manos en la traba superior horizontal y los pies en un apoyo de madera de la traba vertical, mientras otro verdu­go fijaba un pedazo de madera entre las dos piernas, para aliviarle el peso del cuerpo a fin de no rasgarle las manos. Después levan­taron la cruz con su cuerpo clavado y lo colocaron en la abertura del suelo, quedando los pies a unos noventa centímetros del suelo. Otros dos condenados también fueron sacrificados alrededor de Jesús, los que se lamentaban dejando escapar lúgubres gemidos por sus dolores atroces, pero en ningún momento le dirigieron la palabra, conforme se cita en los evangelios 3.
Era el punto final del proceso de la crucifixión, desde ese mo­mento el tiempo de vida de cada uno de los sacrificados, dependía exclusivamente de su resistencia orgánica, pues hubo casos de indi­viduos tan robustos y sanos que duraron cuatro días en la cruz.
Pregunta: ¿Existe veracidad en los relatos evangélicos, sobre el mal trato que dieron a Jesús, después de ser clavado en la cruz?
Ramatís: Desde lo alto de la cruz, Jesús miró a todos lados lleno de amor y cariño, buscando los rostros amigos que estaban espar­cidos por la cima del Gólgota. Finalmente vio a Magdalena, Salomé y Juana de Khousa; Juan, su querido discípulo y a su hermano Tiago, siempre paciente y entusiasta; Marcos, valeroso y decidido; Tiago, el mejor y fiel amigo. Más allá, casi alcanzando la cima del monte, llegaba Pedro, cuyo porte alto y robusto parecía apoyarse en su her­mano Andrés; a su lado, Sara y Verónica protegían a María, la infe­liz madre, que retornaba al Gólgota después de haber sido asistida por tercera vez de sus desfallecimientos cruciales, ante el martirio de su querido hijo. Aquel cuadro conformaba a los seres que tanto había amado en sus días de pregonaciones; pero poco a poco iban venciendo el temor humano y comenzaban a juntarse al pie de la cruz encendidos por una fuerza espiritual, cosa que satisfizo a Jesús, llenándolo de regocijo. Su muerte y sacrificio ya no serían inútiles, pues las almas que había escogido para transmitir sus ideas a la pos­teridad, ahora se comunicaban entre sí y se agrupaban por la fuerza cohesiva de los pensamientos y sentimientos evangélicos, así como las ovejas dispersas por las tempestades, se reúnen nuevamente bajo el cariño de su pastor.
Súbitamente, Jesús fue interrumpido en su devaneo consolador por los gritos, bromas y escarnios de los infelices agentes de Caifás, que antes de retirarse del Gólgota, trataban de rematar su ignominia con gestos de indiferencia salvaje, a fin de agradar a sus jefes ven­gativos. Acosados por los espíritus de las tinieblas, sarcásticos y despechados por el triunfo indiscutido de Jesús, descendieron a la vileza de un humorismo tan negro, como lo eran sus propias almas.
— ¡Desciende de la cruz, Hijo de Dios! ¡Llama a tu Padre para que te libere del suplicio! ¡Guárdame un lugar en tu reino! ¿Hacia dónde huyeron tus legiones de ángeles? ¡Que salven al Rey de los judíos en su trono de la cruz! ¡Desciende de la cruz, sálvate primero y nosotros seremos tus creyentes!
Mientras reían haciendo gestos de desprecio, Jesús los miraba compasivo y resignado, inclusive a los soldados que algunas veces se reían de las payasadas que hacían los esbirros de Caifás. Inmensa bondad le invadió su alma, vibrando en el más puro y elevado amor; nuevamente su mirar

3  Lucas, Cáp. XXIII, vers. 39.
claro y expresivo, lleno de poderoso magnetis­mo angélico, resplandeció en un majestuoso fulgor, envolviendo a esos seres tenebrosos en un baño purificador y calmante que los hizo estremecer tocados por el remordimiento, haciéndolos callar inmedia­tamente. Después de aquella transfusión de luz y amor que brindó a sus verdugos, abriéndoles su corazón para un mejor entendimiento sobre la vida espiritual, el Maestro elevó los ojos hacia lo alto y con voz suave y misericordiosa exclamó:
—"Padre, perdónalos, porque ellos no saben lo que hacen" 4.
Pregunta: ¿Jesús pronunció todas las palabras que le fueron atribuidas desde lo alto de la cruz?
Ramatís: El sol proyectaba sus rayos quemantes sobre el cuerpo desnudo del Amado Maestro; el sudor le brotaba del rostro en gruesas gotas, obligándole a cerrar los ojos, aumentándole la tortura. Estaba deshecho por el intenso y cruel dolor; el cuerpo tenso, sin poder rea­lizar cualquier movimiento sedativo, el exceso de sangre en las arte­rias y los vasos sanguíneos comprimidos le hacían doler intensamente la cabeza. Las heridas en las manos y los pies sangraban y gran parte de la sangre vertida se hallaba coagulada, formando una masa pastosa. El suplicio de la cruz era uno de los más atroces, pues la posición incómoda del crucificado, producía poco a poco, una rigi­dez espasmódica por la obstrucción progresiva de la circulación; el alivio era imposible y la sed insaciable. La angustia creciente y el intento para hacer el menor esfuerzo, le provocaba dolores indescrip­tibles; la sangre de la aorta fluía hacia la cabeza y se concentraba en el estómago, pues el cuerpo del condenado quedaba tenso y pen­día hacia adelante. Pocas horas más tarde se produce la rigidez de la garganta y se atrofian las cuerdas vocales, sofocando la voz e impidiendo el habla, salvo algunos estertores y sonidos inarticulados. Por esa causa, Jesús expiró sin pronunciar palabra alguna, después del generoso pedido de perdón al Padre para sus verdugos. Como era una criatura de contextura delicada, sintió muy pronto los terri­bles y paralizantes efectos que la crucifixión produce. Mientras que los otros dos crucificados emitían verdaderos gruñidos de dolor y desesperación; el Amado Maestro sufría su desdicha en silencio y re-signadamente, cuya vida solamente se percibía por el aire acelerado que respiraban sus pulmones.
Desde ese momento en adelante, ni los soldados que mataban el tiempo jugando a los dados y bebiendo vino a la sombra improvisada de las tres cruces, ni los amigos y discípulos que se encontraban a pocos metros del lugar, escucharon palabra alguna del Maestro Jesús, que estoicamente sufría los intensos dolores.
Pregunta: Cuentan los evangelistas que en la hora que Jesús ex­piró, el cielo descargó una terrible tempestad, se "esparcieron las ti­nieblas por la tierra y el velo del templo se rasgó en dos partes". ¿Qué hay de cierto en todo eso?
Ramatís: Conforme dijéramos, cuando Jesús fue crucificado había pasado el mediodía, al poco rato la multitud se fue alejando a causa del calor sofocante y además, se habían saciado con el tétrico espectáculo. El sol ardiente obligaba a los restantes a buscar la som­bra entre los pocos arbustos que había en las inmediaciones, o junto a las ruinas de algunas catacumbas de un cementerio abandonado. Todos demostraban cansancio y estaban hartos de la escena que a sus ojos se presentaba, además del lúgubre silencio que imperaba y que intermitentemente rompía los angustiosos y desgarradores ge­midos de los dos crucificados al lado del Maestro.
No era permitido acercarse a nadie a menos de diez metros, pues la sentencia impedía cualquier iniciativa de reducir el tiempo de vida a los crucificados y cuya infracción, podía ser punida hasta con la muerte de los infractores y la prisión para los soldados de guardia que desobedecieran la orden. Los parientes y amigos que se halla­ban en las proximidades de la cruz estaban de rodillas y oraban a Dios para que llegara el alivio o la muerte para el querido Maestro; los hombres tenían los ojos irritados por las lágrimas y las mujeres gemían en desesperado lamento.

4  Lucas, Cáp. XXIII, vers. 34.
El día de la crucifixión, viernes por la tarde, anunciaba tempes­tad, a más tardar para la noche. Cuando hacía dos horas que Jesús había sido sacrificado, comenzaron a correr densas nubes por el cielo, impulsadas por un fuerte viento, mientras la luz del día iba desapareciendo. Los extraños y ajenos a los crucificados se apresu­raron a descender la cuesta del Gólgota en dirección a sus hogares. Bajo el rugido del viento tempestuoso las cruces se sacudían y arran­caban gemidos desgarradores de los crucificados; los mismos solda­dos, acostumbrados a esos macabros acontecimientos, se miraban inquietos y los amigos del Maestro estaban esperanzados que Jehová interviniera a favor de su Amado Hijo, elegido para la salvación de la humanidad.
Jesús sentía que a cada instante los brazos se le iban entorpe­ciendo debido a un espasmo; le recrudecían los atroces dolores de cabeza y el estómago le quemaba, ardiéndole en forma abrasadora, mientras que los músculos del vientre daban la impresión que se le iban a reventar, a causa del peso del cuerpo, inclinado hacia ade­lante. La sangre de las manos y de los pies, ya no supuraba más, pero otro dolor inmenso le iba alcanzando el corazón. Tiago, el her­mano de María, confabulaba con los compañeros, ya no podía sopor­tar más ese espantoso cuadro de ver a su adorado Maestro y sobrino querido, acabarse dolorosamente por el sólo hecho de haber querido y amado a la humanidad. ¿Qué iba a suceder a partir desde ese momento? ¿Cuántos días resistiría, acometido por la pavorosa crisis de la gangrena; torturado por el enjambre de moscas e insectos, o despedazado por las aves carniceras que estaban acostumbradas a esos festines de los crucificados?
Tiago estaba decidido, aunque tuviera que someterse a las terri­bles torturas de los infractores, jamás dejaría morir de hambre o sed a su Maestro, pues iba a sacrificarlo prematuramente para que tuviera el deseado alivio. Midió el espacio que separaba de los sol­dados, pero comprobó desanimado, que sería muerto antes de cruzar los diez metros primeros. En aquel momento, en un supremo esfuer­zo, Jesús dio a entender que deseaba un poco de agua; los soldados se miraron como si fuera una consulta recíproca; entonces embebie­ron la esponja en el vaso de su bebida alcohólica y se lo acercaron a los labios. El Maestro succionó algunas gotas de la bebida acida, sintiendo rápido alivio en sus labios resecados, para volver a su in­movilidad atroz.
Tiago y Juan se habían aproximado bastante a la cruz, pero tu­vieron que detenerse ante la señal amenazadora de un soldado armado con lanza. En un doloroso esfuerzo levantaron la vista hacia el Maestro, cuyas venas estaban tensas y parecían que iban a saltarle de la frente bajo el impacto de la sangre impulsada por la aorta. Tiago se secó el rostro con la mano y miró hacia arriba, como pi­diendo ayuda, animado por un brillo de esperanza y con los ojos llenos de lágrimas, mientras los soldados buscaban un lugar apro­piado para cubrirse de la tempestad que se aproximaba. La inten­ción de Tiago era saltar rápidamente y tomar la lanza que se hallaba recostada en la cruz de uno de los ladrones y por amor y piedad a Jesús, se la clavaría en el corazón para no verlo sufrir más.
Pregunta: Finalmente,  ¿cómo terminó el drama del Calvario?
Ramatís: En la cima del Gólgota casi no había gente, pues sólo los amigos, discípulos y parientes permanecían azotados por el vien­to, que a cada instante rugía con más intensidad. El dolor del Cordero del Señor ultrapasaba el máximo que la criatura humana puede soportar en la materia; el Espíritu sumergido en la tortura de la carne vivía minutos eternos reprimiendo en sí mismo las an­gustias y responsabilidades, tratando de agotar hasta la última gota con sabor a. hiél, a fin de redimir al género humano. La beneficiosa lluvia caía más allá de las colinas de Galilea, pero Jesús no deseaba de modo alguno; ese alivio, que al mitigarle la sed abrasadora y re­frescarle el cuerpo afiebrado, también le prolongaría el sufrimiento inhumano.
Sentía una excitación psiconerviosa que a cada instante aumen­taba y trataba de reunir todas las fuerzas físicas y espirituales para vencer la terrible opresión que amenazaba despedazarle los tímpanos, romperle la garganta y la cavidad pulmonar. Quiso abrir los ojos y sólo lo consiguió después de un tremendo esfuerzo, moviendo pesa­damente la cabeza hacia adelante, como si intentara vencer la masa granítica que parecía tener en su frente. En aquel momento, brilla en el cielo un zigzagueante relámpago y bajo esa luz inesperada, pudo el Maestro vislumbrar y reconocer a sus amigos que estaban orando por la liberación de su espíritu. Su alma, en un supremo esfuerzo, intentó mover los labios, pero estaban tan rígidos que ni siquiera pudo esbozarles una sonrisa de gratitud a todos sus queridos. El trueno estalló y las nubes comenzaron a danzar vertiginosamente en­trechocándose bruscamente; la atmósfera pesada parecía presionar sobre el cuerpo de Jesús, aumentándole la terrible sensación de sen­tirse totalmente aplastado. Inmediatamente, un dolor atroz partió desde la punta de los dedos de su mano izquierda; después le subió por el brazo, como un metal incandescente que le estuviera perforando las venas, y en décimos de segundos le alcanzó el corazón, pa­ralizándole la respiración. Un fuerte estremecimiento le sacudió el rostro, los labios y las puntas de los dedos; los ojos se le nublaron y su cabeza cayó sin control sobre su hombro izquierdo.
¡El Mesías había expirado! ¡Eran las tres de la tarde! Tiago vio su muerte a la luz de un relámpago y cayó de rodillas en un grito de dolor por la pérdida del Maestro. Todos ellos se levantaron en una sola exclamación, con los brazos levantados hacia arriba, gri­tando jubilosamente, llamando la atención de los soldados:
— ¡Hosannas! ¡Hosannas! ¡El Maestro expiró! ¡El Señor nos escuchó!
Se postraron en el suelo y besaron la tierra entre sollozos indes­criptibles. Entonces el jefe de la patrulla de soldados, empuñó la lanza e hirió la carne de Jesús, primero lo hizo despacio y después con bastante fuerza que llegó a manchar de rojo su lanza y comprobó que no había más señal de vida. Enseguida ordenó a un soldado que fuera a comunicar la novedad al centurión Quinto Cornelio. Se ha­bía disipado el temor que el Maestro se pudriera en la cruz y fuera pasto de las aves de rapiña. Gracias a su delicada naturaleza y al debilitamiento vital producido por la exudación sanguínea en el Huerto de los Olivos, sucumbió en menos de tres horas por la rotura de la aorta, proporcionándole la deseada liberación espiritual.
Pocos minutos después se descargaron cataratas de agua bajo el fragor de los truenos, ei viento huracanado y los rayos aniquiladores, desgajándose los árboles, abriendo surcos en la tierra resecada, rom­piendo diques, se salieron los ríos de su caudal normal, destrozó puentes, derribó muros y arrojó al suelo cantidades de frutos que pendían de los árboles. Las cruces oscilaban amenazando tumbarse debido al deslizamiento de la reducida masa de tierra que cubría la cima rocosa del monte de la calavera. Los soldados calzaron las ba­ses de las cruces con piedras y palos en medio del agua que se jun­taba en las bases de las mismas. Los dos ladrones crucificados se movían reanimados por la preciosa linfa que les corría a través de los cabellos empapados, en la avidez animal por sobrevivir. Mal-grado la insistencia de los soldados para que todos abandonaran el lugar, pues ya nada tenían que hacer, dado que Jesús había expira­do; sin embargo sus amigos, discípulos y parientes se quedaron enlodados hasta los tobillos y totalmente empapados. María, abra­zada a la traba inferior de la cruz, besaba el dorso de los pies de su amado hijo; Magdalena sollozaba postrada en el suelo lodoso; y Tiago, de brazos cruzados, no quitaba los ojos del semblante inmóvil y pálido de su adorado Amigo, sintiéndose venturoso de verlo libre de aquel suplicio infernal. Pedro tenía en su rostro los rasgos de estar padeciendo intensamente, pues, aún parecía dudar de aquel acontecimiento tan trágico. Juan, con los ojos entrecerrados, tenía la mano derecha cerrada sobre el corazón y la izquierda posada sobre la cabeza inclinada; temía despertar de su mundo fantasioso y en­frentar el pasaje más atroz de su vida. Los demás estremecían el lugar de lamentos y llantos, tan propios de la raza hebrea; levantaban los brazos al cielo, suplicando para que la Paz venturosa pronto alcanzase al Maestro querido.
Finalmente, al anochecer, José de Arimathea y Nicodemos ha­bían conseguido de Pilatos la autorización para retirar el cuerpo de la cruz, cosa que le extrañó, por la muerte tan rápida que había teni­do. Después de embalsamado con aromas y sales que utilizaban tradicionalmente los hebreos y envuelto en unos lienzos limpios, el cuerpo del Amado Maestro fue colocado en un sepulcro nuevo, ca­vado en la roca viva de un huerto adyacente, hasta que se le destinara una nueva y adecuada morada, pues siendo día sábado, "día de la preparación de Pascua", no se podía atender a las ceremonias fú­nebres.
La tempestad había amainado y el agua caída corría por los surcos rocosos y enlodados del Gólgota. Momentos después, el grupo de personas entristecidas se ponían en camino entonando un canto que simbolizaba el recuerdo, el remordimiento, la angustia y el desaliento, como si fuera un fuego que consumía las cosas queridas. Era la pro­cesión de hombres y mujeres lavados por la lluvia y manchados por el barro, que seguían llorando la pérdida del Maestro, el hombre justo, inocente, heroico y leal, que sucumbió para dejarlos vivir... Cuando desaparecieron par las colinas rocosas camino de la ciudad, dejaron en alas del viento los sonidos melancólicos de las amargas quejas, y aún se podía divisar en la cima del Gólgota la silueta de las tres cruces, que Jesús había presenciado mediúmnicamente durante su agonía espiritual en el Huerto de los Olivos y en la víspera de su muerte.
¡Mientras tanto, la cruz del centro estaba vacía, porqué se había cumplido el sacrificio del Salvador! ... ¡Desde aquel momento en adelante, dejaba de ser el instrumento castigado por la infamia del hombre, para convertirse en el camino de la liberación espiritual de la humanidad!... ¡Jesús, el Mesías, había triunfado sobre las Ti­nieblas, fortaleciendo la Luz del mundo a través del combustible sacrificial de su propia sangre!...

Pregunta: ¿Qué nos podéis decir sobre la resurrección de Jesús, el tercer día de su crucifixión?
Ramatís: Cuando Jesús apareció en Espíritu a María de Mag-dala, a los apóstoles y otros discípulos en el camino de Emaús, fue un fenómeno de ectoplasmia, pues Magdala era una poderosa médium que había participado en algunos hechos incomunes durante la pere­grinación del Maestro. Cuando apareció entre los apóstoles, Tomás le tomó de las manos, siendo posible debido a la facultad ectoplásmica de los presentes que permitió la materialización en cuerpo en­tero y con amplio éxito de "voz directa". En los demás casos, donde se dice que otras personas vieron a Jesús, apenas se registró el fenó­meno de videncia, cosa bastante común entre los médium.
Jesús no dejó la tumba en cuerpo y alma, pues sus apariciones jamás desmentirían el buen sentido de las leyes que rigen a la física trascendental, ni tampoco fue una consecuencia de hechos milagrosos, sino, la manifestación de las energías que le fueron cedidas por sus discípulos y amigos siderales.
Pregunta: ¿Sin embargo, se dice tradicionalmente que su cuerpo desapareció de la tumba?
Ramatís: Cuando María se "acercó a la tumba, casi a oscuras, vio que la piedra había sido movida" (Juan, XX-1). Es evidente, que si Jesús hubiera resucitado en cuerpo y aparecido ante los apóstoles atravesando las paredes de ladrillos de la casa donde se encontraban también habría atravesado la tumba sin necesidad de mover la piedra que obstruía la entrada. Después de la muerte del Maestro, el asesor de Poncio Pilatos autorizó para que el cuerpo fuera entregado a la familia, conforme al pedido solicitado por José de Arimatea. Enton­ces, María, su madre, Tiago, el mayor, junto con Juan, Marcos, Pedro y Tiago, hermano de Juan, bajaron el cuerpo que estaba en la cruz y las mujeres lo balsamizaron conforme a las costumbres de la época y de la raza judaica. Le aplicaron aceites aromáticos y extractos de plantas perfumadas, pues el entierro se haría el próximo día. La tumba fue cerrada con una pesada piedra, que hacía las veces de puerta, pues era una pequeña gruta situada en la cima de una colina pedregosa. La turba se había aquietado satisfecha de su saña homi­cida, como la fiera que se acomoda después de haber saciado su hambre. Los soldados descendían por la cuesta haciendo gracias, dando muestra de una total inconsciencia. Algunos discípulos de Jesús, temiendo ser agredidos iban a escondidas al monte del Calvario, mo­vidos por una intensa amargura y llenos de gratos recuerdos por aquel hombre de virtudes tan raras y sublimes.
El que estaba realmente preocupado era Pedro, pues había escu­chado rumores que personas embriagadas y a sueldo del Sanedrín, se proponían profanar la tumba de Jesús y arrastrar su cuerpo por las calles. Era intención de los sacerdotes acabar con toda impresión favorable hacia la doctrina y la persona del Maestro, evitando cual­quier intento de demostración dramática que diesen vida y aliento a la tragedia de la cruz. El rabí de Galilea debía ser olvidado a todas costas para evitar que se formase una casta de seguidores, estimula­dos por sucesos milagrosos o entusiasmos religiosos. De esa forma, Pedro buscó a José de Arimatea y le expuso sus desconfianzas y como su amigo también abrigaba las mismas preocupaciones, decidieron transferir el cuerpo de Jesús a otro lugar, pero desconocido para la generalidad.
Cuando comprobaron que los habitantes de la ciudad dormían, se dirigieron al sepulcro y munidos de rodillos y palancas, hicieron, deslizar la piedra que cubría la entrada. Rápidamente cambiaron la ropa ensangrentada del querido Maestro y en medio del silencio de la noche descendieron la cuesta del Calvario y sepultaron el cuerpo en una tumba desconocida, que se hallaba abandonada en medio del campo, entre ruinas olvidadas. De esa forma, evitaron la cosa más atroz para el judío en aquella época, la profanación del cuerpo y el consabido abandono de Jehová. Y, en el caso de Jesús, semejante atropello a su figura misionera daría lugar a dudas y quebrantaría la fe puesta en el ideal cristiano. Si su cuerpo quedaba sin sepultar, significaba —conforme a la tradición hebraica— la negación a los derechos que había adquirido a través de su lucha por el ideal, y su memoria quedaría manchada para siempre.
Mientras tanto, Pedro y José de Arimatea captaron las orien­taciones de lo Alto y en una iniciativa elogiable, guardaron absoluto secreto ante María de Magdala y la propia madre del Amado Maestro, quedando el asunto sin mayor trascendencia. Esa fue la causa del porqué, María de Magdala encontró la tumba vacía, dando lugar a la fantasía de la resurrección de Jesús en "cuerpo y espíritu". Pedro y José de Arimatea consintieron en no revelar el sentido de esa equivocación, porque les interesaba particularmente despistar a los esbirros del Sanedrín, que trataban por todos los medios de orien­tarse para hallar el cadáver del Maestro, puesto que era más impor­tante para ellos, borrar todo vestigio perteneciente a la doctrina originada por Jesús, y nada mejor que humillar su cuerpo para alcan­zar éxito en su indigno cometido. Además, lo inesperado del hecho dio más fuerza y cohesión a los discípulos y simpatizantes del Maes­tro. Pero, en base a la comprensión de la humanidad de vuestro siglo, es necesario reajustar la verdad de todos los hechos ocurridos en la vida de Jesús para que reine en el corazón de todos los hombres, sin dudas ni desconfianzas, generadas por acontecimientos de índole fan­tasiosa.

Fuente: El Sublime Peregrino
Dictado por el Espíritu Ramatís
Psicografiada por el Dr. Hercilio Maes




domingo, 24 de marzo de 2013

Hitler murió en Argentina


¿Escaparon realmente Adolf Hitler y su esposa Eva Braun de Europa?
¿Se trató de un gran fraude el supuesto suicidio de ambos en el búnker de Berlín?
¿La humanidad vivió engañada más de medio siglo?
¿La fuga de los dos se realizó con acuerdo de los Aliados?
¿Ambos llegaron a Argentina, en submarino, donde vivieron por años?

Oculta por sesenta años en pleno siglo XXI, en caso de confirmarse oficialmente, la huida de Hitler sería uno de los temas más polémicos de la historia contemporánea por las implicaciones de todo tipo que significa ese escape silencioso ante las narices de la sociedad mundial. Demostrar que esta operación de salvataje de última hora -realizada para que el líder del nacionalsocialismo no muriera en manos del ejército comunista- realmente existió implica un esfuerzo conjunto de investigadores independientes, de distintos países. Especialmente porque se deben enfrentar las presiones que surgen por contradecir la versión oficial, sostenida por poderosos intereses económicos y políticos internacionales. Los mismos -exclusivos círculos del poder mundial- que en 1945 estaban al tanto del falso suicido del líder del nazismo y su esposa.


La historia que debe aceptarse.

La versión oficial es la misma que divulgó el historiador británico Hugh Trevor-Roper y que habla del suicidio del líder en su refugio, el 30 de abril de 1945. Dicha versión quedó confirmada en 1992 cuando la KGB soviética reveló documentación sobre el hecho, pero no se hizo referencia sobre el cadáver.

La caída de Alemania en el frente de batalla se esperaba de un momento a otro y Hitler con su cúpula se alojó en búnker en Berlín esperando el destino final. Allí sufrió un deterioro en su salud, se desilusionó de sus generales y hasta se casó con su compañera, Eva Braun. Finalmente decide suicidarse con pastillas cianuro y un disparo en la cabeza, junto a su pareja, que ingiere el veneno. La romántica escena inicia una serie de acontecimientos típicos de los cadáveres célebres.

Sus edecanes, Heinz Linge y Otto Günsche, fueron testigos de la muerte de ambos y alimentaron la versión oficial sobre el trágico final. Pero hay más. Los cuerpos fueron trasladados al exterior y allí se los intentó incinerar, pero finalmente lo habrían enterrado superficialmente.

El 9 de mayo de 1945, tras la caída del régimen, los restos fueron hallados por militares rusos que verificaron piezas dentales. El supuesto cadáver de Hitler, junto a los de Eva Braun y la familia Goebbels, se trasladaron a Magdeburgo, una ciudad alemana a orillas del Elba, para ser enterrados en un jardín donde fueron retirados en 1970 por orden del premier ruso Yuri Andropov para ser destruidos.

Esos días finales fueron perpetuados por el cine de ficción y documental, reinterpretando una muerte que para algunos no existió.


Algunos Cables noticiosos de la época

Agencia de noticias TASS, Moscú, 2 de mayo, 1945

“El suicidio de Hitler es una nueva treta fascista…al propalar la noticia de la muerte de Hitler, los fascistas alemanes al parecer quieren dar al Führer los medios de abandonar la escena y retirarse entre bastidores…las autoridades aliadas se hallan lejos de estar convencidas de que Hitler haya muerto en realidad, y aun aquellos que aceptan el anuncio controvertido no creen que el Führer haya perecido en el puesto de comando de la Cancillería”.

Agencia de noticias United Press, Londres, 18 de julio de 1945

“En numerosas esferas oficiales de esta Capital se insiste en que el jerarca nazi Hitler desembarcó en Argentina el 30 de junio último, traído por el U-530. Se inclinan en esas esferas a dar crédito a la versión por el bote de goma de que se hallaba dotado el submarino rendido en Mar del Plata, diez días después del que se fija como el del desembarco de Hitler”.


La otra muerte.

El mito se agiganta en Argentina. Me lo contaba mi madre desde chico, cuando ella vivió su infancia en Comodoro Rivadavia, la principal ciudad de la Patagonia argentina.

La historia trasladada de boca en boca es la misma con distintos matices. A mediados de 1945, submarinos alemanes aparecieron en las costas del mar argentino y trasladaron a tierra a miembros del poder alemán junto a pertenencias valiosas, quizás oro y obras de arte robados a los judíos. Muchos de los que contaban la historia aseguraban haber visto a Hitler y Eva Braun, dándole trascendencia al testimonio personal más allá de la verdad.

Algunos hablaron de dos submarinos alemanes hundidos intencionalmente en el golfo de San Matías, cuya búsqueda interesó a la marina en la época de la dictadura militar, que nunca fueron hallados. Dichos submarinos se rindieron al gobierno argentino y su personal interrogado, pero la información se encuentra clasificada. Se cree que en ellos viajaban jerarcas nazis y tesoros robados.

El investigador argentino Abel Basti realizó una serie de artículos y libros sobre esta historia, reuniendo documentación que respaldaría la presencia del líder nazi y su esposa en territorio argentino. El autor asegura que habría muerto en 1964 y estaría en una cripta, dentro de un bunker, en un lugar secreto privado. Dice Basti:

“Oculta por sesenta años en pleno siglo XXI, en caso de confirmarse oficialmente, la huida de Hitler sería uno de los temas más polémicos de la historia contemporánea por las implicaciones de todo tipo que significa ese escape silencioso ante las narices de la sociedad mundial. Demostrar que esta operación de salvataje de última hora -realizada para que el líder del nacionalsocialismo no muriera en manos del ejército comunista- realmente existió implica un esfuerzo conjunto de investigadores independientes, de distintos países. Especialmente porque se deben enfrentar las presiones que surgen por contradecir la versión oficial, sostenida por poderosos intereses económicos y políticos internacionales. Los mismos -exclusivos círculos del poder mundial- que en 1945 estaban al tanto del falso suicido del líder del nazismo y su esposa.”

 Basti en los últimos 15 años habría recopilado información que asegura que Hitler y Braun en 1945 se fugaron en avión desde Berlín hasta España, y desde allí, viajaron en submarinos hasta Argentina. Esa información fue divulgada hace unos años por la agencia rusa RIA.

“Existen otros informes confidenciales del FBI, la CIA, y el Mi-5 (servicio de espionaje británico) sobre la fuga de Hitler de Berlín, pero desgraciadamente muchos de esos documentos y algunos en Rusia siguen siendo secretos”, resaltó Basti. Entre los informes ocultos en Rusia, Basti citó tres documentos sobre conversaciones del líder comunista Josif Stalin, una de ellas con el secretario de estado norteamericano Jimmy Byrness en la que el líder comunista dijo que Hitler había logrado fugarse del cerco de Berlín.

Según algunos investigadores, la teoría sobre la fuga de Hitler de Berlín expuesta por Basti en general coincide con el libro El Escape de Hitler, del escritor Patrick Burnside, con algunos matices que no cambian el fondo de la historia.

Según Burnside, Hitler se evadió de Berlín en un avión hasta Noruega y desde ese país en de submarinos viajó hasta Argentina, donde vivió incógnito al menos 15 años. En su libro el autor citó cuatro testigos que afirmaron que se toparon con Hitler entre los años 1945 y 1957. Otras versiones son mas fantasiosas, como la que asegura que Hitler se refugió en una base secreta del III Reich en el Polo Sur y que también escapó al Tíbet donde vivió hasta su muerte en un monasterio budista.


Nuevas versiones.

Una “abrumadora cantidad de evidencias” hallaron los periodistas ingleses Gerrard Williams y Simon Dunstan sobre la muerte de Hitler en Argentina. El tema es parte de un libro que será editado próximamente titulado “Lobo gris: El escape de Adolf Hitler”.

“No queremos reescribir la historia, pero la evidencia que hemos descubierto acerca del escape de Adolf Hitler es demasiado importante como para ignorarla”, subrayó Williams.

El Führer y su pareja Eva Braun salieron en un vuelo de Alemania en forma secreta en abril de 1945 y viajaron hacia la Argentina, donde vivió 17 años hasta su muerte en 1962. Aquí criaron a sus dos hijas, revelando la paternidad de una figura que se consideraba estéril.

La fuga del nazi habría sido avalada por el gobierno norteamericano como pago por el acceso a la tecnología alemana.

Sin embargo otros testimonios amplían la vida de Hitler y su amante hasta la década del 70.


Dos artistas y una historia increíble.

Dos actores uruguayos, con gran trayectoria en Argentina, habrían visto al führer y su mujer en Bariloche, en los años 70. Lo contó Carlos Perciavalle e involucró en el relato a China Zorrilla.

 “Nunca dijimos nada a nadie del terror”, afirmó.   Las declaraciones a una radio uruguaya frente al periodista Orlando Petinatti fueron el detonante.  Dijo que cuando se encontraba en compañía de China Zorrilla fueron invitados por el dueño del hotel El Casco a una reunión. Allí, en un cuarto repleto de alemanes, la dupla habría divisado al dictador alemán.

“Estábamos haciendo Canciones para mirar de María Elena Walsh y fuimos a un hotel que se llama El Casco. El mozo del hotel nos anuncia que el dueño nos reconoció y que nos quería saludar. Nos llevaron afuera y nos enfrentamos a un muro de 25 metros de altura, se abrió el portón y aparecieron doce perros doberman que nos dejaron petrificados.  Entramos a una casa gigantesca que estaba llena de alemanes y sentados en el centro estaban Hitler y Eva Braun. China y yo nos quedamos mudos. Hitler seguía teniendo los bigotes como siempre, nos miramos con pánico y decidimos huir rápidamente. Ni nos sentamos, porque sentimos terror ante la sola presencia de ese diabólico ser”, agregó el artista que asegura haber sido curado por extraterrestres tras un accidente que sufrió.

“Nunca hablamos de esto. Nunca dijimos nada a nadie del terror. Hitler vivía 6 meses en Argentina y 6 meses en Chile“.


Más datos inciertos.

El chileno Alberto Canosa, tiene un relato particular sobre la sobrevivencia de Hitler y sus allegados. La historia habla del arribo en el Río de la Plata, la participación de la Iglesia Católica y del propio Perón en el operativo, y el alojamiento en una vivienda en una “selva” de Mendoza.

Hitler salió con Eva Braun y muchos nazis responsables de matanzas de millones de seres humanos exterminados en Alemania, en dos camiones desde Berlín rumbo a Bremen donde esperaban dos submarinos alemanes que los transportaron con parte de toneladas de oro de los judíos y oro en piezas sueltas rumbo a Sudamérica , a Argentina. Una vez llegado a Argentina, los esperaba una comisión del ejército argentino con el presidente Perón, hundieron los dos submarinos en el Río de la Plata, y los trasportaron a Hitler, Eva Braun, Joseph Menguele, Martín Borman y muchos otros nazis que le acompañaron, a una villa preparada para él en la selva de Argentina, al lado del pueblo de Mendoza, con nombres y pasaportes falsos vaticanos, con la identidad de un supuesto pastor de origen alemán huido en 1932 durante el régimen nazi, con sus dos supuestos hijos Gerad Kurt y Daniel Hunfer. Hitler murió en 1976 en octubre, aunque años antes de su muerte estuvo constantemente gravemente enfermo, de paraplejía corporal, ceguera, ataques de histeria, insomnio, cáncer intestinal, perdida de memoria y alucinaciones. Durante todos los años hasta su muerte estuvo pegado en una silla de ruedas a unos tubos y goteros , a base de pastillas y medicamentos contra el insomnio y los ataques de paraplejia cerebral, totalmente abandonado por sus viejos camaradas, en una casa en las selvas argentinas, totalmente solo con algunos ayudantes nazis , siendo visitado por algunos altos jefes nazis de los cientos de miles que huyeron de Alemania a  diferentes poblaciones de Argentina, Bolivia, Paraguay, y Brasil. En 1987 en el mes de marzo fue denunciado a la policía este caso por el empresario argentino Alax Gregoric, pero se encargó la policía de Argentina de eliminarle y hacerle desaparecer para siempre apareciendo solamente su coche Mercedes abandonado en la selva.
En Buenos Aires apareció en un Diario local el anuncio del fallecimiento de un hombre extranjero el 24 de Marzo de 1976 ,cuyo nombre era Floda Reltih y el recordatorio explicaba que este hombre vivió en la provincia de Argentina ¡!Mendoza!! y si leen el nombre de este extraño personaje Floda Reltih al revés de derecha a izquierda pueden leer ¡! ADOLF HITLER ¡!.

Algunos datos de esta crónica son imposibles de corroborar. La historia del empresario Alax (Quizás Alex) Gregoric y de la publicación del aviso necrológico son un ejemplo. No es sencillo separar los hechos ciertos de los inciertos


La Argentina no era nazi.

El hecho de que varios jerarcas nazis hayan elegido Sudamérica, y en especial Argentina, para su escape, no pone al país y su gobernante de entonces, Juan Perón, en una posición favorable a la ideología de Hitler. Existió, si, un reconocimiento al desarrollo técnico y científico alemán, y un deseo de Perón de obtener esa tecnología para el país.

Hitler tenía sus seguidores en el país.
Paralelo a esto hay historias que vinculan al peronismo con jerarcas nazis, en especial en el lavado de fortunas ingresadas ilegalmente por los refugiados alemanes. Pero no se observa durante esa época ninguna actitud antisemita en el peronismo. Es más, fue ese gobierno quién reconoció al Estado de Israel, una editorial de una familia de judíos húngaros, Kapelusz, fue la editora y redactora de los textos escolares oficiales y Eva Perón era la primera donante de la Organización Israelita Argentina.  Varios funcionarios del peronismo eran judíos.

Sin embargo se permitió el ingreso de ciertas figuras del nazismo y algunos obtuvieron puestos técnicos en el gobierno, involucrándose en el desarrollo aeronáutico, nuclear y ferroviario. Otros vivieron clandestinamente hasta que fueron descubiertos.

El supuesto refugio de Hitler en Argentina hubiese necesitado de un apoyo estatal enorme, pero nada de eso se encontró. Solo estas historias que dan por cierto algo aun incierto, que prolongan su existencia y condimenta una crónica confusa.


WikiLeaks: EEUU apuntaba a Bergoglio como "opositor" a Néstor Kirchner


Según unos cables despachados por la embajada de EEUU en Buenos Aires el año 2007 -y que fueron revelados por O Estado de Sao Paulo- Bergoglio apoyó a un candidato opositor a los Kirchner.

Afirman que el gobierno del entonces presidente Néstor Kirchner consideraba al cardenal Jorge Bergoglio como "un líder de la oposición", reveló hoy el diario brasileño "O Estado de Sao Paulo".

El rotativo tuvo acceso a los documentos obtenidos por la organización WikiLeaks, en el que representantes de la embajada de Estados Unidos en Argentina analizan el deterioro de las relaciones entre Iglesia y gobierno en el país durante los dos períodos en que el ahora papa Francisco presidió la Conferencia Episcopal Argentina (2005-2011).

El texto se refiere a la molestia del gobierno Kirchner por las críticas del obispo católico Joaquín Piña al candidato oficialista a gobernador de la provincia de Misiones en las elecciones de octubre de 2007. "El cardenal Jorge Bergoglio afirmó que la Iglesia no se involucraría con la política, pero apoyó los esfuerzos del obispo Piña".

Bergoglio recientemente advirtió sobre la concentración de poder de los Kirchner y sobre la debilitación de las instituciones democráticas en Argentina", afirma el cable. El documento agregó que el gobierno, a su vez, "se irritó por la aparente preferencia del cardenal por la oposición en un año electoral".

"El alcalde de Buenos Aires, Jorge Telerman, y su socia de coalición, Elisa Carrió, se habrían reunido con Bergoglio en abril, y la inclusión de un líder musulmán, Omar Abud, en la lista de candidatos de Telerman habría sido idea de Bergoglio", agregó el embajador.

Parravicini: Una de sus psicografías muestra el beso del Papa y Cristina


Los dibujos de Parravicini, de acuerdo con particulares interpretaciones, vaticinaron la llegada de un papa argentino y el atentado a las Torres Gemelas.

El beso con el que el papa Francisco saludó a Cristina Kirchner el lunes sorprendió porque significó la ruptura de un duro y milenario protocolo y por el gesto de reconciliación del Sumo Pontífice con la presienta que le había sido hostil durante su gestión como obispo de Buenos Aires. La foto del beso tiene algunas semejanzas con una de las psicografías (dibujos) de Benjamín Parravicini, quien para mucho profetizó que habría un papa argentino.
La psicografía muestra a un hombre con vestimentas similares a las de un papa besando a una mujer en una escena similar a la del beso de recibimiento en Roma el lunes 18, cuando la presidenta Argentina fue el primer mandatario del mundo que se reunió con el nuevo papa.
El dibujo (firmado en 1972) coincide con Cristina en el largo del cabello y en el cuello de la polera, pero defiere en el sombrero y en el color de la ropa de la presidenta.
Benjamín Solari Parravicini (1889-1974) fue un pintor y escultor argentino, pero ya desde su infancia hablaba de hadas, duendes y ángeles, para más tarde pasar a profecías lo que luego llamaría "psicografías".


Vaticinó también en un dibujo profético que el Papa sería argentino. En otra profecía el artista señaló que el Papa viajará y permanecerá mucho tiempo en América.
 
Ya en 1972 adelantó por medio de sus dibujos que: "Argentina mostrará luego de la prueba al hombre nuevo y el nuevo hombre ¡Enseñará!".

En el mismo año hizo otra que decía: "Argentina tendrá su cuarta postura y... ¡Será del mundo!".

"El Papado tendrá nuevas normas. Lo malo de ayer dejará de serlo. La misa será protestante, sin serlo. Los protestantes serán católicos sin serlo. El Papa se alejará del Vaticano en viajes y llegará a América, en tanto la humanidad caerá", escribió en otra oportunidad.